domingo, 20 de septiembre de 2009

¡La culpa es de ellas!

"Ha pasado lo que ya se veía desde hace tiempo que iba a pasar, más que nada por la gente con la que se juntaba".


Así termina este artículo que publica hoy "El País", y donde nos cuentan el brutal asesinato de una chica de 16 años.

La moraleja de la vecindona: Ha pasado lo que tenía que pasar. Se veía venir, con esas amistades...

Como si hubiéramos retrocedido treinta años, cuando los jueces consideraban un atenuante de la violación el hecho de que la víctima vistiera minifalda. ¡Si es que van provocando! ¡Si es que se lo van buscando!

De nada vale la evidencia: entre las matadas por violencia sexual hay niñas de cinco años, de doce, de catorce...Hay adolescente, jóvenes, maduras... Ellas se lo fueron buscando.

No hay perfil de la mujer asaltada, violada y matada. Lo único que tienen en común es que en ese momento estaban solas e indefensas y cayeron víctimas de un asesino o varios, porque a veces actúan en grupo.

Comentarios como ése hacen recaer la culpa en la víctima. El asesino les quita la vida y la sociedad les quitamos la honra, el crédito, el reconocimiento de sus valores como persona.

¡Que lástima que un medio de comunicación como "El País" se preste a esta cosas y trate con tanto amarillismo esta desgracia!

Este año ya han muerto 55 mujeres por violencia de género.


sábado, 27 de junio de 2009

Violencia de género y sociedad
MARGARITA MARÍA PINTOS 27/06/2009

La violencia contra una mujer no debe dolerle sólo a ella, sino a toda la sociedad. Todos habríamos hecho lo mismo. No se puede tolerar que estos desalmados actúen al margen de la ética, que es nuestro patrimonio". Así se expresó, por boca de su esposa, al recibir la medalla de oro de la Universidad Camilo José Cela, el profesor Jesús Neira, salvajemente agredido cuando salió en defensa de una mujer golpeada por su novio.

¿Es verdad que la violencia contra las mujeres duele a toda la sociedad? ¿En una situación similar a la del profesor Neira, todos habríamos hecho lo mismo? La persistencia de la violencia de género y la insensibilidad de la sociedad ante ella, como demuestra la falta de gestos colectivos de repulsa, apuntan a una respuesta negativa.

"Cada tres minutos, una mujer es golpeada. / Cada diez minutos, una muchachita es acosada... / Cada día aparecen en callejones, / en sus lechos, / en el rellano de la escalera, cuerpos de mujeres". Esto escribía hace casi cuatro décadas la poetisa afroamericana Ntozake Shange. Hoy la situación ha empeorado y el martirologio de género crece vertiginosamente. Según el Ministerio de Igualdad, en España a lo largo de 2008 fueron asesinadas por sus parejas 70 mujeres, a las que hay que sumar 30 más este año. Estudios recientes sobre la violencia de género demuestran que la mayoría de asesinatos de mujeres se producen en la propia casa a manos de los varones con los que conviven o han convivido.

Ésta es la forma extrema de violencia de género, pero hay otras muchas que sufren las mujeres: abusos sexuales en las escuelas, parroquias, seminarios, familias y lugares de trabajo; turismo sexual en Asia, África y América Latina; mutilación de órganos genitales; lapidaciones bajo la acusación de infidelidad o adulterio; violaciones específicamente sexuales de los derechos humanos; agresiones y penas de muerte a lesbianas; prostitución forzada y prostitución de niños y niñas; violaciones colectivas en tiempos de guerra; violaciones dentro del matrimonio y durante el noviazgo; trabajo doméstico agotador; explotación de las "empleadas de hogar"; condiciones inhumanas en que viven las mujeres inmigrantes; prácticas sexuales sadomasoquistas; agresiones físicas y psíquicas; contagio del sida por los propios esposos o compañeros; asesinatos en serie; infanticidio femenino; abusos sexuales con enfermas mentales, etcétera. A todas ellas hay que sumar otras formas de violencia económica y cultural en la sociedad, en los medios de comunicación y en la publicidad.

La violencia de género no responde a un comportamiento aislado o perverso, propio de unos cuantos varones desalmados que actúan por maldad o a quienes se les cruzan los cables y en un momento de arrebato se les va la mano y golpean brutalmente a las mujeres hasta asesinarlas. Ésa es la imagen que un patriarcado supuestamente benévolo quiere transmitir a la sociedad y que ha conseguido instalarse en el imaginario social como explicación psicológica. Pero las cosas son muy distintas. La violencia contra las mujeres es estructuralmente normativa y debe entenderse y analizarse en términos sistémicos. Es el instrumento -el arma, mejor- habitual del patriarcado para mantener el poder y ejercerlo despóticamente sobre las personas que considera inferiores: las mujeres, las niñas y los niños. "La violencia contra las mujeres constituye el núcleo esencial de la opresión kiriarquica", afirma la teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza, que entiende el kiriarcado como el gobierno del emperador/señor/amor/padre/esposo sobre sus subordinados. Esa violencia no es sólo física; comprende también "la construcción cultural y religiosa de unos cuerpos femeninos dóciles y de unas personalidades femeninas sumisas".

Esta idea es compartida por Joanne Carlson Brown, ordenada ministra de la Iglesia Metodista Unida y editora de la obra Cristianismo, Patriarcado y Abuso: una crítica feminista, para quien la violencia y los abusos sexuales son los principales instrumentos del patriarcado en apoyo del dominio de los hombres sobre las mujeres. Lo más grave y preocupante es que en este juego de poderes el cristianismo -al menos la mayoría de sus dirigentes y de sus teólogos- apoya a una de las partes, y no precisamente a la más vulnerable.

El patriarcado no actúa en solitario, sino en complicidad con otros poderes y modelos opresores de organización, como el racial, el económico, el político, el militar, el religioso y el homofóbico. El patriarcado tiene un pacto, expreso o tácito, con todos ellos. Su actuación conjunta da como resultado la sumisión de las mujeres a la lógica de los varones, su invisibilidad social, política y religiosa, su negación como sujeto y, en algunos casos, su desaparición física, como las siete mujeres que fueron asesinadas el año pasado a tiros en Chechenia por no someterse a la rígida moral islámica.

El feminismo, una de las pocas revoluciones incruentas de la historia, provoca en el patriarcado una reacción violenta insospechada e inesperada, a veces legitimada por la jerarquía eclesiástica, que considera la "teoría de género" como una "revolución insidiosa" (monseñor Cañizares) y la "revolución sexual" una de las responsables del "alarmante aumento de la violencia doméstica, abusos y violencias sexuales de todo tipo, incluso de menores en la misma familia" (Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España, aprobado en la LXXXI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal española el 21 de noviembre de 2003).

Más grave aún, el cardenal Cañizares, tras pedir perdón por la violencia sexual contra menores en las escuelas irlandesas durante varias décadas, relativiza la gravedad de esos abusos en comparación con el aborto. ¡Qué irracionalidad! Pero la irracionalidad episcopal llega a extremos difícilmente superables en el caso de Alfa y Omega, semanario de la Archidiócesis de Madrid, que llega a afirmar: "Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal" (sic). ¡Toda una legitimación "religiosa" de la violación y una gravísima agresión contra las personas violadas, que denunciamos y consideramos un verdadero delito! ¿Compartirán todos los obispos estas afirmaciones tan inmisericordes firmadas por Ricardo Benjumea, redactor jefe del "semanario católico de información" citado?

En las religiones existen modelos de dominación patriarcal que llevan a aceptar y legitimar la autoridad injusta y a influir negativamente en experiencias vitales como el amor, el cuerpo, el placer, la espiritualidad y lo sagrado, y justifican el sufrimiento de las mujeres apelando a su sentido redentor. Esos modelos de dominación no sólo no fomentan el placer, sino que lo asocian con el egoísmo. Peor aún, infligen en las mujeres dolor, al que reconocen sentido redentor y, en el caso del cristianismo, ponen como ejemplo a imitar los sufrimientos de Cristo y de los mártires.

En su obra Placer sagrado (Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1998), Riane Eisler distingue dos formas de estructurar las relaciones humanas: la solidaria o gilámica y la androcrática o dominadora. En cada modelo se establecen unas relaciones entre sexo, poder y amor, así como entre dolor, placer y sagrado. El primero sitúa a los hombres junto a las mujeres, a los gobernantes al servicio de los súbditos y al ser humano en comunicación simétrica con la naturaleza. Eisler demuestra desde la arqueología, el arte, el folclor y la mitología, que la dirección original en la estructuración de las relaciones humanas fue el modelo solidario y que posteriormente se produjo un vuelco cultural a favor del modelo androcrático. Creemos que para luchar contra la violencia de género es necesario volver al modelo gilámico de relaciones humanas, que debe estructurarse en torno a la solidaridad y que considera el placer "sagrado".

Este artículo está firmado por Margarita María Pintos y Juan José Tamayo, teólogos.



Fuente: "El País".

martes, 28 de abril de 2009

CREADORAS DEL SIGLO XX

Ese es el título de una exposición que visité hoy y que incluye pinturas, fotografías y esculturas realizadas por mujeres en el siglo XX.

Allí estaban -y cito de memoria porque el programa de la exposición no contiene la relación de autoras- Maria Blanchard, Maruja Mallo, Ouke Lele, Cristina García Rodero, Gisele Freund y muchas otras artistas, de los años 20 hasta finales de siglo.


La exposición, en sí misma, me hubiera resultado interesante, independientemente de que los/las artistas fueran hombres o mujeres. El arte -creo- está por encima del sexo, de la raza, de la cultura, del tiempo. Por eso es arte.

¿Qué sentido tiene, entonces, una exposición exclusivamente femenina? ¿Se trata de que vamos a imponer ahora un "segregacionismo" en las salas de exposiciones, como el que quieren imponer los del OPUS en la enseñanza: los niños por una lado, las niñas por otro, y queremos exposiciones exclusivamente femeninas?

No. No es eso. La exposición "Creadoras del siglo XX" tiene un valor porque hace un recuento imprescindible, tras siglos en que la creación femenina fue sistemáticamente marginada.

En el programa de la exposición se habla de las dificultades que tuvieron las mujeres para desarrollar su capacidad de expresión artística, las trabas incluso legales que se imponían, el encasillamiento en temas "femeninos", etc.

Yo aún diría más: No sólo es que no se impulsara esa faceta de la mujer, o que se marginara, o que se postergara, o que se devaluara... Es que, cuando a pesar de todo lograba manifestarse, había apropiación o adjudicación indebida de la obra: Mujeres que firmaban con el nombre de sus padres o maridos para tener salida en el mercado. Casos en que, aunque la artista "triunfaba" en vida, su obra era arrinconada tras su muerte, o directamente destruida... Y casos en los que, además de darse todo lo anterior, la artista tenía que pagar un alto precio por su decisión de querer "ser" y no sólo "estar". Como ejemplo cito a la gran Artemisia Gentileschi, víctima del sexismo hasta extremos terribles. Se conserva parte de las actas del proceso en que ella acusó de violación a un discípulo de su padre. El tribunal condenó al agresor a una pena leve. Ella cayó en el descrédito y sufrió las consecuencias toda su vida. (Por cierto, que hay una desafortunada película de Agnés Merlet sobre esta mujer, que abunda en la inocencia del agresor).

Bienvenida, entonces, exposiciones como ésta. Son necesarias para que las mujeres recuperemos algo imprescindible: La visibilidad. Estamos aquí y hemos estado siempre. Somos. Hemos sido. Seremos.

domingo, 19 de abril de 2009

¡PELIGROS DE LA MUJER AUTOCOMPLACIENTE!

Os dejo aquí una entrada que me ha envíado Los Viajes que no hice para su publicación en este blog:




La 'arriesgada' masturbación femenina


Vía
el ventano de qaesar el 14/04/09.



El sexo trae de cabeza a todas las religiones, aunque el Islam suele ser el más obsesionado cuando cuando se trata de la mujer. Esta vez ha sido el Sheik sunnita Yousuf Al-Qaradhawi quien ha hablado en el canal Qatar TV sobre los peligros a los que se enfrenta la mujer que osa disfrutar con su cuerpo a solas.


"La masturbación femenina es más arriesgada que la masturbación masculina. La masturbación en el hombre no es tan arriesgada. A veces la mujer se mete los dedos, o incluso objetos que pueden ser peligrosos. Especialmente dado que el himen es tan sensible, y jugar con él podría rasgarlo. Esto puede exponer a la mujer ante graves acusaciones. Ella podría defenderse diciendo esto o aquello, pero no será creída. Ellos pensarán que la mujer habrá debido tener relaciones prohibidas con algunos chicos. De esta forma, la mujer queda expuesta ante acusaciones de fornicación, podría ser acusada de fornicación.


Atraerá así una gran desgracia sobre ella y sobre su familia. Será un desastre. Algunos cercanos podrían incluso matarla. Porque algunos no se detienen en las fronteras de la ley religiosa. Conducidos por la envidia y la rabia podrían cometer el crimen de matar a la mujer. Obviamente, ese crimen está prohibido y sería un grave pecado. Incluso si ha fornicado, una mujer no merece ser asesinada. Como mucho, debería ser azotada, si confiesa cuatro veces o hay testigos. Así que no recomiendo a ninguna mujer a que se exponga a esto.



Una mujer debe ser paciente. Las cosas que le sirven de tentación, siento decirlo, son las que unas se enseñan a otras. Una le cuenta a la otra, «he hecho esto y eso» o «he visto una película donde hacen esto y lo otro». Algunos canales de televisión, especialmente los europeos, muestran actos sexuales grotescos, inaceptables según nuestras normas, nuestros valores morales y nuestras leyes religiosas. Rechazamos esas cosas. Esas películas nudistas escandalosas.



Nuestras mujeres podrían aprender cosas de esa gente. Una mujer musulmana debe comprometerse a lo que su Dios ha decretado. Debe cuidarse, rezar, temer a Dios, mantenerse ocupada. Puede leer un bonito libro, hacer las tareas de casa, unirse a la caridad, perder en suma su tiempo haciendo cosas que le sean útiles, en este mundo y en el mundo que va a venir. En lugar de obsesionarse por satisfacer sus impulsos, especialmente de una forma prohibida por su ley religiosa"
.



Claro, claro... Ciertas manipulaciones pueden llevar al "desprecintado" accidental del producto. Lo que acarrearía la entrega de "material defectuoso" a su legítimo dueño y señor. Y aunque esa falta de "calidad" sólo debería llevar aparejada ciertas "penalizaciones" (adecuación del producto mediante alguna azotaina correctiva, sin más), algunos clientes montan en cólera y llegan a la destrucción total del objeto defectuoso (¿quién puede reprochar, en esas condiciones, que el cliente decepcionado lo considere "no recuperable" o de desecho y lo destruya?).


Corolario: Para no ser destruida, mantente intacta. Para mantenerte intacta, no forniques ni realices juegos peligrosos que puedan romper el precinto. Y, si no, ya sabes, atente a las consecuencias. (Es que algunas parecen que se lo están buscando, oye).

¿No os parece que debería adoptarse el Modelo EFQM para la calidad de las mujeres? Una norma ISO 9000 o algo así, que garantizara el producto?

¡Por la Calidad, hacia la Excelencia!

domingo, 12 de abril de 2009

No llores, que es peor

Absuelto un maltratador porque la víctima no concretó los detalles de la agresión sexual

A juicio del Alto Tribunal, los llantos y sollozos de la víctima impidieron que relatara con precisión en qué consistieron los abusos.

Es que nuestro Alto Tribunal es muy serio. No le gustan los llantos ni las histerias ni las tonterías. A ver si, con el rollito de los sollozos, se va a castigar a un pobre hombre.

¿En el sumario no constaban las anterioes agresiones, ni la orden de alejamiento, ni las heridas que tardaron más de 15 días en curar, ni el ingreso en una casa de acogida, ni...?

Dura lex, sed lex. Pero, digo yo, ¿dura para quién?

Aquí podéis ver la noticia.

domingo, 8 de marzo de 2009

lunes, 16 de febrero de 2009

¡Ya empezó!

La cuenta macabra... Tres nuevas víctimas, al menos, en lo que va de 2009. Mujeres jóvenes, asesinadas por hombres jóvenes. La última, una menor, matada por un muchacho. Un asesino que encontró solidaridad entre amigos y familiares para ocultar el crimen y borrar las pruebas...


¿Alguien cree, verdaderamente, que la violencia sexista es cosa del pasado y que desaparecerá por sí sola, por la fuerza de "los nuevos tiempos? ¿Alguien sigue pensando que se puede ser violento con la pareja y, a la vez, "un buen chaval"? ¿Alguien comprende que al calor de una discusión se mate a una mujer?


Sevilla,
Parla,
Sevilla

domingo, 8 de febrero de 2009




Congo, el infierno en nuestro cuerpo

La mujer es un campo de batalla. La violación como arma de guerra.

"Tengo que protegerme" susurra el hombre con la bata blanca. "He aprendido a ser insensible para poder curar las pacientes que pierden orina y materia fecal después de que la violencia de grupo las ha lacerado. Mujeres torturadas con bastones, cuchillos, bayonetas que explotan dentro de sus cuerpos que se quedan sin vagina, vejiga, recto. Jóvenes a las que tengo que decir: mademoiselle, Ud. ya no tiene un aparato genital, nunca será una mujer". Hace diez años, una joven violada a cien metros de aquí llegó hasta él arrastrándose. Desde entonces, en su hospital Panzi en Bukavu, el ginecólogo Denis Mukwege ha operado 25.000 víctimas de violaciones feroces y ha medicado la misma cantidad de ellas en aldeas, condenado a leer en sus cuerpos el estrago que se cumple en esta crucial franja de Africa, el este de la República Democrática de Congo.

Se combate desde 1998 en el Norte y en el Sur del Kivu, fuera de las ciudades de Goma y Bukavu, a orillas de un lago irónicamente encantador al lado de la frontera con Ruanda. Cinco millones de muertos desde 1998 al 2002, en el conflicto más sangriento del globo después de la segunda guerra mundial. Después los rebeldes enloquecidos, las aldeas suprimidas, la misión de la ONU Monuc –la más imponente, con 17.000 cascos azules- capaz solo de contar los muertos después de batallas apresuradamente atribuidas a conflictos étnicos y que sin embargo ambicionan el control de inmensas y malditas riquezas mineras: oro, tantalio, diamantes.

La violencia, aquí, es el arma afilada de una guerra que desde hace tiempo ha perdido la línea del frente. La estrategia primordial de todas las siglas paramilitares que anidan pelotones asesinos en el corazón en tinieblas de la selva tropical. Violan los rebeldes del CNDP del general Nkunda, que ha acabado fuera de juego por manos de sus históricos aliados ruandeses y quizás –mientras escribimos- ya le han matado o trasladado a un exilio dorado. Violan las milicias de la FDLR, los Hutu responsables del genocidio ruandés de 1994 que escaparon al Congo. Violan los Mai Mai, combatientes filogubernamentales, alucinados por ritos tribales. Y viola el ejército regular.

Violencia sistemática, perpetrada ante los hijos y maridos: aniquilar a las mujeres es el método más rápido y seguro para conseguir mutilar comunidades enteras, quebradas bajo una invencible vergüenza. El presidente del Congo Joseph Kabila acaba de autorizar al ejército ruandés para que entre en el Congo con el fin de desarticular los Hutu de la FDLR, como promesa de paz para el Kivu, pero su gente no espera nada más que otros muertos, otros infiernos. "¿Por qué llamar aquí a los ruandeses para que resuelvan un problema suyo?" se pregunta Mathilde Muhindo, que ha dimitido del Parlamento disgustada por el inmovilismo de Kinshasa y que asiste desde siempre a las víctimas de la violencia en el Centro Olame de la diócesis de Bukavu. "¿Por qué el gobierno llega a un compromiso con Bosco Ntaganda, el antagonista de Nkunda, buscado por la Corte del Aja por crímenes contra la humanidad? Es triste que en nuestra tierra cualquiera esté autorizado a hacer lo que quiere, exactamente como los militares sobre el cuerpo de las mujeres".

Cuerpos desflorecidos como el de Elise Mukimbila, máscara de arrugas y de rencor: en las creencias tribales forzar a una mujer anciana significa riqueza, así los Mai Mai han abusado de Elise por meses, en la selva en el norte de Goma y le han contagiado el HIV. El encuentro en Goma, en el pequeño centro de Univie Sida, asociación local que convence a las mujeres seropositivas del hecho de que la vida puede y debe continuar. Y cuerpos de niñas como Valentine, huérfana de doce años, porque violar a una virgen te hace inmortal. Ha perdido la palabra después de las repetidas violaciones masivas, tiene la falda empapada de orina por una fístola que nunca le han curado: la hermana mayor quiere esconder la tragedia a los demás desplazados en el campo de Buhimba, poco lejos de Goma y dice a todos que la sonrisa vacía de la niña no es nada más que una locura sin nombre. En Bukavu, Janette Mapengo, 31 años, se acerca a mi cojeando. Los 8 hutu que la han violado en su cabaña obligaron a su marido a mirar, para después matarlo con un tiro en la frente y hacer estallar contra Janette otros tres tiros, apenas se atrevió a gritar.

Levanta la falda descolorida mostrando la extremidad de plástico: en el hospital Panzi le ha sido amputada la pierna derecha destruída por los disparos. Janette llora despacio: "Soy inútil". Françoise Mukeina tiene 43 años, once hijos, los ojos de color miel: "Cien hutu han tomado ocho de nosotras de la aldea, en Shabunda, nos han tenido esclavas en la selva durante dos años, nos daban de comer los restos, violadas a turno todos los días, marcadas con el fuego. Cuando me han mandado por leña he escapado. Tengo dolores que no se acaban nunca pero doy gracias a Dios: yo estoy viva, las demás no". Solo en el Sur de Kivu, desde enero a septiembre 2008, la agencia de la ONU Unfpa ha censado 11.600 mujeres que han pedido ser curadas después de la violencia carnal: los autores del 95% de esas violencias eran militares. En el Norte de Kivu se estiman 30.000 víctimas de violencia desde 1998, pero las que callan por la vergüenza serían muchas más.

"Es un feminicidio: las violencias aumentan, parecen contagiosas": dice Fanny Mukendi de Action Aid, una organización internacional que entre Bukavu y Goma financia los grupos locales más activos en el reconstruir un mínimo de existencia a estas mujeres. "Son pobres, desplazadas después de los ataques de los rebeldes: la violencia es el golpe de gracia. Necesitan asistencia psicológica e ingresos económicos: con nosotros fabrican jabón, canastas, preparan dulces para vender en el mercado. Nada de espectacular, pero las ayuda a aceptarse de nuevo". En Goma, Action Aid ha fundado un movimiento femenino que en noviembre, durante el asedio de Nkunda, ha llenado el estadio con el grito "stop aux viols". Y según Fanny, "cualquier mujer tendría que ser solidaria con ellos". Pensaba sobretodo en el este del Congo; la ONU, el año pasado, se ha decidido a incluir la violación de guerra entre los crímenes contra la humanidad, perseguible por los tribunales internacionales.

Pero por ahora, aquí, domina la impunidad: "Con los militares se puede solo señalar el ejército de pertenencia", explica Julienne Mushagaluja, abogado del grupo Afejuco en Bukavu, que recoge los testimonios de víctimas en vista de una cita importante: "Está por llegar un enviado de la Corte del Aja", declara. "Tendrá que comprender que existen pruebas suficientes para denunciar a los señores de la guerra por violación". De las 58 condenas efectuadas en Bukavu en el 2008 (sobre 353 denuncias), solo 9 se referían a militares, pero era también por otros delitos. "Si fueran los hombres los que sufrieran y no las mujeres, la comunidad internacional ya hubiera encontrado una solución", dice sumiso el doctor Mukwege. En el campo de Buhimba, durante el habitual chaparrón de la tarde, me siento en una cabaña obscura sobre la tierra negra del volcán Nyiragongo, con un grupo de mujeres y sus recién nacidos. Los hijos de la violencia. En Congo el aborto es ilegal, para el clandestino hace falta dinero y no es el caso de Dativa Twisenge, 22 años, esquelética, guapa, que desprecia a su pequeño Oliver: "¿Qué hago con él? Solo quiero morir. Dos violaciones son demasiadas", me deja helado. "Hace dos años en mi casa, en Masisi, con mi madre: a ella le rompieron las piernas. El año pasado aquí cerca tres militares del gobierno me montaban como a una perra mientras me pegaban con el bastón en la espalda: no he hecho más que gritar "¡matadme!". Agnès es un rayo de luz: 33 años, seis hijos, el último nacido de una violación. La raptaron cerca del campo con otras nueve, atada y vendada desde el amanecer hasta el anochecer, tirada entre los bananos como basura. No puedo no preguntarle que es lo que siente hacia este recién nacido regordito, que la recordará la tortura por siempre. Ella abre los ojos grandes: "Tienes que entender, es mi niño. Le he llamado Chance para que, por lo menos él, tenga la suerte de conocer un mundo mejor".

Emanuela Zuccalà

Artículo de Io Donna. Emanuela Zuccalá: L'inferno nel nostro corpo (*)

(*) Traducción castellana proporcionada por Jorge-Tragamuvis-Geo, que desde aquí agradezco.

martes, 27 de enero de 2009

lapidaciones en Irán

Mensaje de Amnistía Internacional: Diez personas pueden morir lapidadas en Irán




Coincidirás conmigo en que la lapidación es una forma especialmente atroz de pena de muerte y parece increíble que en el siglo XXI se siga aplicando una práctica tan terrible.

Sin embargo, Irán tropieza con la misma piedra y, a pesar de haber anunciado el fin de dicha práctica, en diciembre dos personas murieron lapidadas y al menos otras diez corren el riesgo de ser lapidadas en cualquier momento.

¿Sabías que las piedras utilizadas en las lapidaciones no pueden ser ni muy pequeñas (para que causen dolor), ni muy grandes (para no matar al condenado en seguida)? ¿Sabías que es una pena específicamente impuesta en casos de adulterio, acto que ni siquiera constituye delito en la mayoría de los países del mundo?

Tras décadas de campaña de Amnistía Internacional por el fin de la pena capital, lo cierto es que el mundo camina con paso decidido hacia la abolición de la pena de muerte. Y vamos a seguir trabajando con la misma determinación.

Por eso pedimos al Gobierno iraní que prohíba de una vez y por ley esta forma de ejecución. ¿Puedo contar contigo? Al menos diez personas confían en nuestra capacidad de presión; no les des la espalda y únete a nuestra petición cuanto antes. ¡Firma ahora!


Si puedes, reenvía este mensaje a tus contactos para que puedan participar en esta lucha por la dignidad humana y descárgate un banner que nos ayude a recoger más firmas. Como siempre, muchas gracias por tu apoyo y compromiso,

Amnistía Internacional - Sección Española

lunes, 26 de enero de 2009

¡Guapa, guapa, guapa!

" ¿Las violaciones? Pueden ocurrir en cualquier caso... En Italia deberíamos tener tantos soldados como chicas guapas. Creo que nunca lo conseguiremos"

Silvio Berlusconi, Presidente del Gobierno italiano.


El presidente del Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, ha bromeado sobre su intención de desplegar masivamente el Ejército en varias ciudades para reforzar la seguridad ciudadana. "¿Las violaciones? Pueden ocurrir en cualquier caso... En Italia deberíamos tener tantos soldados como chicas guapas, creo que nunca lo conseguiremos", ha dicho en referencia a los recientes casos de ataques a mujeres y parejas de novios ocurridos en Roma y Guidonia (cerca de la capital) y que han conmocionado la opinión pública.
Sus declaraciones han desatado las reacciones inmediatas de la oposición, que tacha de "irresponsable" a Berlusconi. Walter Veltroni, secretario del Partido Democrático, ha condenado este "enésimo chiste del presidente del Gobierno ante las mujeres violadas en los últimos días". "Berlusconi ignora así el drama de la violencia sexual, agravia a las mujeres italianas y también se desmiente a sí mismo sobre la utilidad de la intervención militar", ha añadido Veltroni.
El Gobierno italiano estudia aumentar hasta 30.000 el número de soldados que patrullen las calles de las principales ciudades del país para garantizar, junto con las fuerzas del orden, la seguridad de los ciudadanos. En la actualidad, son 3.000 los militares que vigilan algunos lugares considerados de riesgo, como embajadas o instituciones que hayan recibido amenazas terroristas. Berlusconi anunció su intención ayer sábado durante un mitin en la isla de Cerdeña, y hoy ha vuelto a reflexionar sobre la eficacia de la medida con ese chiste. Pese al calibre de sus palabras, el primer ministro italiano no se ha descompuesto. Incluso ha rebatido las críticas de Veltroni: "Es obsceno. Ha dicho algo obsceno, lo que hace a menudo... Sólo quería hacerles un piropo a varios millones de chicas italianas, además creo que in cualquier caso siempre viene bien ser ligeros y tener el sentido del humor".
El peculiar humor de Berlusconi ha irritado también a algunos de sus aliados regionales. "¿Un soldado por cada mujer guapa? Tal vez Berlusconi crea que todos los hombres italianos son incontinentes e irresponsables, o quizá sólo es una especie de autodenuncia de su incapacidad de gestionar la seguridad", ha dicho Luca Volonté, de la Unión de Demócratas Cristianos (UDC).

Fuente


Luego hizo una especie de rectificación: El hombre vino a decir que sólo era una galanteria, un cumplido, un piropo a la belleza de las italianas.

¡Ay, estas italianas! Están tan buenas que es lógico que los hombres vayan a follárselas, con o sin su consentimiento. Si es que, donde esté una italiana...

viernes, 9 de enero de 2009

¡Un hombre tan cabal!

Un alcalde pide el indulto para un alguacil condenado por agresión sexual

AURELIO MARTÍN - Segovia - 30/12/2008

El alcalde de Villalón de Campos (Valladolid), Javier Mazariegos Gallego, del PP, ha pedido el indulto para M. G., alguacil de esta localidad de 2.000 habitantes, condenado a siete años de cárcel por dos delitos de agresión sexual y otro de acoso contra una limpiadora municipal.

En un escrito dirigido al rey Juan Carlos, el político conservador esgrime que las pruebas y testigos que presenta no son escuchados "quizás porque en estos momentos nos encontramos ante una ley que ampara y sobreprotege a las mujeres".

La condena considera probado que, desde 1997, el acusado efectuó a una empleada de la limpieza de la biblioteca municipal diversos requerimientos sexuales, a la vez que proyectaba películas pornográficas, se bajaba los pantalones y se masturbaba en su presencia, solicitándole la realización de sexo oral y amenazándola con hacer lo posible para que la echaran del trabajo si lo contaba.


Fuente

domingo, 4 de enero de 2009

Sangre de mujer

Reportaje sobre violencia de género

Un total de 584 mujeres han muerto desde el año 2000 a pesar de que un ejército de jueces, policías y psicólogos se ha movilizado para defenderlas. La ley contra la violencia machista no logra frenar una marea de historias dramáticas. ¿Qué hay que hacer para que se corte esta sangría?
JERÓNIMO ANDREU 04/01/2009





. "Las soluciones llegarán con nuestros hijos. Mientras, no podemos quedarnos de brazos cruzados", dice una juez

. En España funcionan 83 juzgados especializados y 375 que compatibilizan esta función con otras investigaciones penales

. "Tenemos casos de maltratadores que son profesores universitarios e incluso abogados", explica una magistrada

. Un tercio de las maltratadas ha sufrido ya abusos alguna vez. Otras han sido criadas en la sumisión

. Las mujeres ganan cotas de libertad y los hombres más reacios a permitirlo actúan con agresividad


Estas navidades murieron seis mujeres. A lo largo del año han sido 73, según los cálculos de este periódico; un promedio de una víctima cada cinco días. Puede parecer que 73 mujeres no son muchas. La quiosquera, la conductora de autobús, la compañera de oficina... ¿Cree usted que trata con muchas más de 73 mujeres al día? Si los crímenes machistas de 2008 se hubieran concentrado en una sola población, todas las mujeres con las que hablara hoy podrían estar muertas. Muchas, después de haber compartido el desayuno con su verdugo.


Setenta y tres mujeres tienen 73 asesinos. Y no se trata de alimañas ocultas en oscuras cavernas; son el quiosquero, el conductor de autobús, el compañero de oficina... Hombres que fuera de casa pueden resultar normales, pero que bajo la chaqueta visten uniforme de torturadores. En los casos más dramáticos, cuando no están golpeando, rompiendo, desgarrando, son cariñosos y seductores. Muchos de ellos matarán a su pareja después de haberla acariciado unas horas antes.


Para proteger a las amenazadas, el Estado ha movilizado a miles de policías y guardias civiles, creado juzgados especializados, equipado a las prisiones con terapeutas, desarrollado decenas de campañas publicitarias para convencer a las mujeres de que denuncien a sus maltratadores, a los maltratadores de que no son bienvenidos. Desde que la Ley Integral contra la Violencia de Género nació en 2005, existen órdenes de protección que permiten dictar rápidas medidas cautelares penales (el alejamiento) y civiles (la atribución de la vivienda familiar a la víctima), protocolos de coordinación entre jueces y policías, teléfonos de asistencia, centros de acogida, pulseras localizadoras de maltratadores... Y aun así, en 2008 hubo 73 víctimas (a día 30 de diciembre), 74 el año anterior, 68 en 2006, 584 desde 2000. ¿Qué se puede hacer para detener este reguero de sangre? ¿Por qué siguen muriendo?


Entre el 25 y el 26 de febrero, en una sangría similar a la vivida en los últimos días, cuatro mujeres fueron asesinadas a manos de sus parejas y ex parejas. No eran vacaciones, el periodo en el que se suele pensar que dan flor los maltratadores, abonados por el ocio y los roces de la convivencia, y regados con alcohol; al contrario, eran elecciones. Los partidos reaccionaron hablando de un "pacto de Estado", el PSOE convirtió la lucha contra el machismo criminal en una prioridad para su segunda legislatura. Se crearon muchas expectativas, nació un Ministerio de Igualdad cuya gran tarea es conseguir que se aplique la ley de violencia de género de forma transversal (en los juzgados, en las escuelas, los trabajos...). Hoy por hoy, ese ministerio declina explicar por qué este año han muerto tantas mujeres como el pasado. Tras tres semanas de gestiones, EL PAÍS no consiguió que respondieran a sus preguntas ni la ministra Bibiana Aído ni el delegado del Gobierno de Violencia de Género, Miguel Lorente; ningún otro técnico se encontraba disponible. El ministerio remite exclusivamente a las declaraciones públicas de Aído.


Una de las cuatro víctimas del 26 de febrero fue Virma Gimeno, de 44 años. Analizar la cadena de errores que permitieron su muerte resulta didáctico. Fallaron los juzgados, los planes de rehabilitación, la orden de alejamiento y, sobre todo, el entorno social. Antonio Urban, el asesino de la que fue su mujer durante 15 años, llevaba semanas arrastrándose por los bares de Cullera (Valencia) gritando que necesitaba un arma para atracar un bar.


El 2 de enero, Urban fue condenado a cuatro meses de cárcel, 16 meses de alejamiento a 200 metros y 16 meses de prohibición de tenencia de armas. Virma le había denunciado después de que la amenazara con un cuchillo. Atrás quedaban cientos de palizas de las que nadie quiso hablar hasta que Urban estuvo en la cárcel. Ese día, los vecinos comenzaron a recordar: una vez le rompió una pierna, otra un brazo, en un bar le pegó un puñetazo en un ojo...


Un juez suspendió el ingreso en prisión a condición de que el maltratador asistiera a un curso de rehabilitación. El problema es que en Valencia no se impartían. Urban se dedicó a merodear la casa de Virma. La Guardia Civil sabía que estaba violando la orden de alejamiento porque llamaban frecuentemente a la mujer para preguntarle si estaba bien; ella respondía que sí pero...


El martes, Virma tomaba un café con sus amigas en un bar cuando Antonio se le acercó. "Sabes que no puedes estar aquí. Vete o llamaré a la Guardia Civil", le advirtió ella. Él respondió descerrajándole un tiro en el pecho. Los testigos le vieron alejarse impertérrito, con el arma humeante.


Los juzgados no fueron efectivos. Ocurre más veces. Por ejemplo, en el de primera instancia e instrucción número 5 de Torrejón de Ardoz (Madrid), un juzgado que parece corriente, con seis funcionarias que se afanan sobre columnas de carpetitas rojas y amarillas poco antes del almuerzo. Su peculiaridad estriba en que, además de las instrucciones normales, tramita casos de violencia sobre la mujer. Es uno de los 375 juzgados compatibles de España.


Por un cúmulo de errores en este tribunal, Sylvina Bassani murió el 10 de abril en Alovera (Guadalajara). La responsable del juzgado, la magistrada Gemma Poveda, alertó de que estaba desbordada; antes que ella, lo había avisado su predecesora. Una investigación de este periódico concluyó que, si las 388 denuncias de Torrejón representaban el umbral a partir del que un juzgado de violencia machista está colapsado, en España había en noviembre 59.


No sólo falló la acumulación de casos. Los funcionarios eran suplentes e inexpertos; la psicóloga judicial tenía un récord de quejas y afirmó que Sylvina no sufría malos tratos; el juez creyó que, después de varios incumplimientos de la orden de alejamiento, no hacía falta escuchar la declaración de Sylvina ni pedir un informe psiquiátrico del ex marido, Javier Lacasa, un militar con antecedentes de intento de suicidio.


Frente a los compatibles, como un grado más en la evolución, se presentan los juzgados exclusivos. Son 83. Tienen un fiscal especializado y un equipo integral de valoración de riesgos compuesto por trabajadores sociales, médicos y psicólogos que estudian a la víctima, al agresor y a su entorno. Uno de estos juzgados es el feudo de Sonia Chirinos. En su sede de Madrid, los muebles están flamantes, las cajas de libros por el suelo y los informáticos pululan colgando cables.


Chirinos no admite una crítica a la ley. "Es un muy buen instrumento, pero la raíz del problema es otro: las soluciones empezarán a llegar con nuestros hijos, a los que hay que dar una educación diferente de la nuestra, no machista. Mientras, no podemos quedarnos de brazos cruzados y hay que solucionar los casos que se van produciendo". Ésa es la opinión aplastantemente mayoritaria entre los entrevistados para este reportaje: el problema está en la educación; los juzgados son un corolario. Chirinos abunda en la opinión de que las mujeres se sienten con los nuevos instrumentos jurídicos más cómodas para denunciar. "Antes, una agresión machista era una simple falta; ahora es delito, y eso da garantías".


Los procesos son muy exigentes por la inmediatez que exigen. "Las cosas salen adelante gracias a un plus de trabajo", explica Chirinos. Lo confirma la cara de agotamiento con que la fiscal abandona la sala a las cuatro de la tarde después de siete juicios. Casi 70.000 denuncias se presentaron en el primer semestre del año. Se solicitaron 20.607 órdenes de protección, de las que se concedieron más del 70%. El volumen de trabajo duplica al del segundo semestre de 2005, cuando empezó a funcionar la nueva ley. Los empleados de los juzgados celebran que a partir de enero se incluyan guardias.


En uno de los primeros juicios de la mañana queda claro que la ley ha tenido calado popular. "Yo nunca le pegaría a mi mujer, señoría. Sé cómo está la ley", se defiende el acusado. "No examinamos sus conocimientos jurídicos. Queremos saber qué pasó esa noche", es la respuesta. A la juez le preocupa que algunos hombres crean que han caído en un aquelarre. El acusado está frente a cinco mujeres (entre fiscal, abogada, secretarias y juez). Chirinos insiste en que éste no es un asunto femenino: en Madrid, cinco de los diez juzgados especializados están dirigidos por hombres. Aun así, en los cinco juicios siguientes, ninguno de los abogados que defienden a presuntos maltratadores es una mujer. En la sala, los roles continúan repartiéndose. Los hombres se sienten en gran medida ajenos al problema.


Es lo que opina Antonio García, miembro de la coordinadora de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género: "Somos el grupo social del que sale la violencia machista. El problema es, esencialmente, masculino. Hasta ahora, muchos hombres han considerado que era suficiente con no ser ellos maltratadores para situarse al margen del problema. Pero no: es necesario cambiar los mandatos del machismo".


La falta de preparación y sensibilidad de muchos letrados y jueces es una reclamación de los comprometidos con la ley. En uno de los juicios de la mañana, un abogado aconseja a su defendido que asuma su culpabilidad y acate una orden de alejamiento: ése es el acuerdo al que ha llegado con la fiscalía a cambio de que su cliente evite la cárcel. Lo que a éste nadie le ha explicado es que se queda sin domicilio. Cuando se entera, con la sentencia ya firmada, pregunta con estupor: "¿Y dónde vivo yo ahora? ¿Y quién cuidará de mi hijo durante la noche mientras mi mujer trabaja?". La sala se llena de desaprobación. "Le ha liado para quitarse el caso de encima", protesta una secretaria. "Esta pareja no sabe a qué se han comprometido. Él acabará violando la orden de alejamiento e irá a la cárcel, si antes no hace una barbaridad", se queja impotente otra de las presentes en la sala.


El problema se agrava porque son inmigrantes. La mujer está sola, no tiene con quién dejar al niño. Su red social es su marido. En esta ocasión, tiene un trabajo y se ha atrevido a denunciar, pero no es lo habitual. La vulnerabilidad de las mujeres aumenta cuando no tienen papeles: entonces no se atreven a pedir ayuda. Las inmigrantes mueren más -son el 10% de la población, pero el 45% de las muertas- no exclusivamente por una razón de valores culturales; el principal problema es que están aisladas. La elevada tasa de violencia en el colectivo es para Inmaculada Montalbán, vocal del Consejo General del Poder Judicial y presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, una de las razones que explican que no baje la tasa de muertes: "Entre los españoles se ha producido un leve descenso fruto de la política de sensibilización, que por el momento no llega tan bien a los extranjeros". Continuamente se habla de la necesidad de activar programas específicos de asesoramiento y sensibilización a mujeres y hombres inmigrantes, pero eso, como tantas cosas por el momento, son sólo ideas.


La letra de la ley recibe pocas críticas, pero recaen muchísimas sobre la escasez de recursos con la que se quiere sacar adelante sus ambiciosos postulados. No sólo en los juzgados se sienten desbordados. Las protestas de sindicatos policiales son constantes porque el aumento de denuncias no ha traído aparejado el de efectivos. El Ministerio de Interior afirma que 1.848 policías y guardias civiles están especializados en la lucha contra la violencia machista, pero que todos los agentes de Seguridad Ciudadana combaten el problema. Alfredo Perdiguero, portavoz del sindicato Unión Federal de Policía, es muy crítico con las dotaciones de las nuevas Unidades de Prevención, Asistencia y Protección contra los Malos Tratos a la Mujer (UPAP). En cada comisaría española hay por ley dos funcionarios de las UPAP, que dan un teléfono a las maltratadas por si se aproxima el agresor y se ocupan de controlar a éstos al mismo tiempo. "En Madrid, entre 20 y 50 mujeres dependen de un solo policía. ¡A ver cómo las controla si le llaman dos a la vez! Si no estás de guardia, llegas y ya la han matado cien veces. Tienes que hacer de guardaespaldas, de psicólogo, y no estamos formados para eso... Es una responsabilidad terrible", se queja Perdiguero.


Los fallos en la vigilancia han provocado auténticas carnicerías. Maximino Couto, el hombre que mató a su pareja en Pontecaldelas (Pontevedra) hace un mes, mientras estaba de permiso penitenciario, debía estar monitorizado por un brazalete telemático de localización. El funcionario encargado de vigilar la pantalla se despistó y Couto asesinó a su novia, Rosario Peso; intentó matar a su ex mujer, e hirió a dos vecinos y a un policía. Instituciones Penitenciarias argumenta que es el único fallo registrado en los 150 reos que usaron el sistema desde 2006. Pero todos los sindicatos coinciden en que de poco valdrá el anuncio del delegado del Gobierno de Violencia de Género de que contratará por cinco millones de euros un nuevo modelo de brazalete multialarma si no hay funcionarios para controlarlos.


Teniendo en cuenta que las denuncias van en aumento, los juristas insisten en la necesidad de que se afinen los medios para valorar qué mujeres son las que corren más riesgo. No puede haber 120.000 mujeres más con un escolta cada año. Isabel Iborra, coordinadora científica del Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia, considera que la solución pasa por evitar los riesgos mejorando las dotaciones de los equipos de evaluación y centrando el trabajo en ciertos indicadores, como las amenazas de asesinato o de suicidio, los perfiles psicológicos y los antecedentes penales. ¿Por qué no se trabaja más en esta vía?: falta de recursos.


Una de las ausencias de inversión más sangrantes se produce en los programas de rehabilitación, coordinados por Instituciones Penitenciarias. El Observatorio de Violencia se queja de que no están implantados por todo el territorio (están presentes en 52 centros, y se espera la inauguración de 10 más) y no son homogéneos en todas las comunidades. También recela de la formación de los 146 terapeutas (aparte de los catalanes, con más experiencia y medios).


Muchas asociaciones feministas se preguntan por qué, si el que pega a su vecino no va a rehabilitación, lo hace el que golpea a una mujer. Enrique Echeburua, catedrático en Psicología Clínica y pionero del estudio de la violencia machista en España, considera que las primeras interesadas en que esto sea así son las mujeres. Él llegó a la rehabilitación de maltratadores hace 15 años a partir del trabajo con maltratadas. "Esos hombres tendrán más relaciones aunque vayan a la cárcel, y alguien violento es una bomba". En todo caso, los programas no llevan aparejados beneficios penitenciarios.


Dos terapeutas controlan a grupos de 10 reclusos. La terapia consta de reuniones de dos horas semanales durante un año, aparte de la tarea para hacer en casa o la celda. La autoexploración sentimental es parte fundamental del tratamiento de hombres que no saben contener su ira. Para aprender a reaccionar, apuntan en un bloc qué han sentido y cómo han reaccionado a determinados acontecimientos.


Para un déspota, cualquier tos es una provocación. Buena parte de los incidentes nacen de la incapacidad de los maltratadores para entender que el mundo no está en guerra contra ellos. A Rita Cassia Santos su novio le pegaba "porque era guapa". El 29 de enero de 2007 la mató de un disparo en Soria. Una de las prioridades de los terapeutas es hacer comprender a los agresores que si, cuando llegan del bar, la sopa está fría, no es porque su mujer haya estado flirteando con todo el barrio.


Los psicólogos insisten también en transformar los roles. Ángel Gramage, terapeuta de familia y miembro del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid, considera que el reparto de papeles activos y pasivos desde la infancia explica que entre homosexuales también exista la violencia doméstica: "Se enseña a vivir en pareja desde la desigualdad. La parte que ha sido educada para luchar (el papel masculino) recluye a la preparada para amar y cuidar (el femenino), cortándole la autonomía. Es el prejuicio de la dominación".


Según Enrique Echeburua, el maltrato nace no sólo de una mala educación sobre el papel de la mujer, también del uso de la violencia para resolver conflictos. "Si los niños ven en casa que ejerciendo la violencia te sales con la tuya, seguirán ese camino".


Los terapeutas de Instituciones Penitenciarias calculan que un tercio de los participantes en los programas quedan rehabilitados casi por completo y la mitad parcialmente. Echeburua es más pesimista: sus estudios muestran que sólo un 60% no se desvincula de los programas; de los que siguen, el 67% no reincide pasado un año. "No es para tirar cohetes, pero es necesario", concluye.


Frente a la reinserción, se plantea un debate ético: ¿cómo acoger a un hombre que maltrata a su mujer? Joan Carles Navarro, director del centro penitenciario Brians 1 (Cataluña), sabe que "tiene mejor pronóstico la persona que es bien acogida, pero eso es muy complicado". Jesús Herrero, psicólogo de un programa de rehabilitación en cárceles del País Vasco, está de acuerdo: "El rechazo social tiene que ser patente, pero individualmente hay que tender puentes para recuperar al maltratador y salvar vidas".


Una vez terminados los cursos, lo ideal es pasar a un tratamiento ambulatorio en el exterior, pero el seguimiento no es siempre ideal. Depende de asociaciones y ONG con convenios con las comunidades. Una red insuficiente, "sobre todo porque la dinámica social va en nuestra contra", explica Herrero. "Hoy he ido a un centro comercial y he hecho fotos de la sección de juguetes para llevarla a la terapia. Los de niña estaban en estantes rosas y eran todo cocinitas; estos hombres con distorsiones de la percepción y roles muy marcados ven cosas así y refuerzan su comportamiento".


Ante esta reflexión, la siguiente pregunta es obvia: ¿por qué el resto de hombres que han jugado con soldados de plástico no son maltratadores? "Si se deja que todo dependa de la gestión de la violencia de cada individuo, siempre habrá quien no sea capaz de resolver problemas. Sin más implicación colectiva para eliminar riesgos del entorno, la violencia no va a descender", dice Herrero.


Analizando las causas de fracaso, los terapeutas vuelven a referirse a un problema fundamental: la dificultad para llegar a los inmigrantes. Jesús Herrero lo explica: "Esos hombres no se sienten inadaptados porque en su entorno no es tan repudiable pegar. La familia tampoco lo ve mal, y hasta hay mujeres que nos llaman preocupadas porque sus maridos ya no les pegan y creen que ya no les quieren... Nadie en el entorno lo ve chocante, y así no se rehabilitan".


Conocer al que mata mujeres parece imprescindible. El problema es que, más allá de los clichés, no hay un prototipo de maltratador. El cruce de perfiles psicológicos y un estudio de casos del Consejo General del Poder Judicial muestra un tipo que ni está loco, ni es drogadicto ni alcohólico, sino un español de entre 25 y 40 años con un trabajo poco cualificado que actúa en pleno uso de sus facultades mentales. Pasearse por un juzgado de violencia parece corroborar la extracción social de los maltratadores, pero la juez Chirinos avisa contra las opiniones precipitadas: "Hoy no, pero otros días hemos juzgado a profesores universitarios e incluso a abogados". Ninguna clase social está a salvo de la ira.


La idea de la predeterminación psicológica del agresor tiene mucho de bálsamo tranquilizador, "pero también es cierto que la mayoría de los que llegan a los delitos más graves (homicidio, lesiones) reúnen una serie de características", explica Isabel Iborra, del Centro Reina Sofía. Son las distorsiones de la realidad, la falta de empatía... ¿Y existe un perfil psicológico de maltratada? "La responsabilidad hay que ponerla exclusivamente en el maltratador", ataja Iborra. Sin embargo, resulta innegable que hay mujeres que huyen de la vera de su verdugo antes que otras. "Es cierto que algunas personas han vivido situaciones anormales que les hacen pensar que otras son corrientes. Un tercio de las maltratadas habían sufrido ya maltratos alguna vez. Otras han sido educadas en la sumisión, y siempre hay gente más vulnerable; pero lo principal es que los agresores trabajan machacándolas psicológicamente para que acepten los abusos". Echeburua confirma que hay mujeres que sufren a veces alteraciones cognitivas. Incluso chicas muy jóvenes aceptan el control masculino como una demostración de cariño, como un corolario a la pasión.


Manoli ilustra bien esta posición. Hace unas semanas llegó a casa después de una cena de trabajo y su marido la recibió a puñetazos. Estaba loco de celos. "Te había advertido de que no fueras", le gritaba fuera de sí. La mujer llamó a la policía, pero en el último momento decidió no poner denuncia; los agentes tampoco, porque consideraron que el suceso fue una simple pelea.


Similar, no en las formas pero sí en el contenido, es lo que pasó con Asunción. Una noche, después de una tremenda discusión con su pareja, se derrumbó y le confesó a los amigos del hombre con el que iba a casarse que su querido compañero de copas estaba destruyéndole la vida. Desde que vivían juntos, el hombre que la había enamorado -juerguista, guapo, inteligente- la había convencido para que dejara de trabajar, no le permitía salir y ya habían tenido algún episodio violento. Sentada en la playa de Almería, Asunción se desahogó. Los amigos intentaron mediar con el novio -todo les casaba ahora: la vida sentimental de éste era una sucesión de princesas secuestradas- y él les dio con la puerta en las narices. "Asuntos privados", les dijo. Asunción no quiso volver a hablar del asunto. La pareja se casó y los amigos confidentes no fueron invitados a la boda.


Manoli y Asunción representan a las miles de mujeres que no quieren hablar. Ni siquiera han querido participar en este reportaje con sus verdaderos nombres; su historia se ha reconstruido con voces de familiares y amigos preocupados. Manoli no había sufrido antes malos tratos, es emprendedora y decidida, nadie se esperaba que, cegada por los encantos de su novio, también atento y elegante, pudiera aceptar un trato así. El caso de Asunción es distinto; su anterior relación siguió un patrón similar: el hombre empuñó el látigo y ella aceptó los golpes esperando que algo cambiara. Asunción no era tan fuerte como las otras chicas que habían pasado por la vida del hipnótico juerguista con el que se acaba de casar: ellas consiguieron escapar; Asunción ya es madre del primer hijo de su maltratador.


Casos como estos dan idea de la profundidad de las raíces de la dominación psicológica y cultural. "Está costando más de lo que nos podíamos imaginar", admite la magistrada Monserrat Comas, antigua presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género. "Jamás pensé que en democracia nos costaría tanto. Provenimos de décadas de discriminación", añade.


Las mujeres van ganando poco a poco cotas de libertad, y los hombres más refractarios a permitirlo actúan con agresividad. La sucesora de Comas, Inmaculada Montalbán, coincide en el análisis de que el crimen es el resultado de los intentos de la mujer por deshacerse de las cadenas del hábito de dominación. "Estas muertes revelan que hay hombres que no admiten el uso que hace la mujer de su autonomía. La violencia es una respuesta al intento de liberación. Por eso es en los momentos en los que se anuncia la separación cuando aumenta el riesgo de agresión". En los días en que las mujeres no protestaban, no hacía falta matarlas.


Maximino Couto o Antonio Urban aniquilaron a sus víctimas no en un arranque de ira, sino como un ajusticiamiento. Sus asesinatos estaban planeados. Se hicieron con el arma del crimen, esperaron a que la víctima no pudiera escapar, a que bajase la guardia. Sabían que sacrificaban su libertad, sus apoyos sociales, incluso el amor de su vida, pero la frialdad con la que cometieron el asesinato hace pensar que era una cuestión de principios, los suyos. Con su aborrecible crimen dejaban escrito un manifiesto y la defensa de un proyecto social: la supremacía masculina, el sometimiento de las mujeres levantiscas.


Isabel Iborra opina que esta línea de análisis, la más común entre los grupos feministas, entraña el riesgo de convertir al asesino en mártir; y tampoco se puede caer en idealizaciones: al lado del 20% de maltratadores que se suicidaron este año porque no soportan la condena social o el dolor, y del 20% que se entregaron con culpa u orgullo, más de un 50% escaparon como conejos. Para esta especialista es fundamental no regalar justificaciones al asesino.


Iborra desarrolla la idea: el crimen pasional es un concepto romántico para explicar un acto horrendo; el crimen por compasión (ancianos que matan a su pareja por no poder cuidarla y luego se suicidan), una nueva versión de impotencia y sentido de la propiedad. "Siempre hay un hecho precipitador, o una simple excusa: una pelea, el miedo a que te abandonen, a no responder a las expectativas, pero el problema es que estos individuos no saben resolver los conflictos", concluye. El crimen es el último eslabón, otra cosa es que los vecinos no sintieran que los tabiques palpitaban mientras en su interior se gestaba el drama.


El ciclo sólo lo puede romper la mujer. Y las que están en una situación más dramática únicamente lo harán con ayuda. Pero hay pocas que piden auxilio. El porcentaje de fallecidas en 2008 que habían denunciado a su pareja o ex pareja fue tan sólo del 23%, menor que en 2006. Cuando no hay denuncia, ni siquiera empiezan a funcionar los mecanismos de protección del Estado. Y el Estado no ha conseguido crear y extender la impresión de que la mujer que se acerca a denunciar está a salvo de todo mal. Casos como el de Maximino Couto, en el que la protección policial, las pulseras localizadoras, los jueces y los terapeutas no salvaron la vida de Rosario Peso, son una flaca ayuda en esta lucha.


La carencia de un asesoramiento legal más completo a las mujeres que quieran acudir a los juzgados está en relación con la ausencia de denuncias y con la cantidad de víctimas que se niegan a declarar una vez llegado el juicio. En virtud del artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, existe la posibilidad de no declarar contra la propia pareja. En círculos jurídicos existe un debate sobre la posibilidad de suspender esta dispensa en los casos de malos tratos. Desde el punto de vista de las víctimas, la dificultad psicológica de la situación hace muy difícil intervenir. ¿Hasta qué punto puede hacerse caso a una maltratada cuando es evidente que ésta está bajo presiones? ¿Es consciente del riesgo que corre? No es fácil imaginar que la misma persona con la que se ha convivido, con la que se tienen hijos, vaya a ser capaz de matar.


En el juzgado de Sonia Chirinos se puede comprender la relevancia de este problema cuando una marroquí a la que su marido colocó un cuchillo en la garganta rechaza declarar contra él. "Mi hijo me odia desde que su padre está en la cárcel. No puedo hacerlo", se justifica. En este caso hay una testigo que permite seguir adelante con el proceso, pero cuando no se da esa suerte, los juicios se hunden en el sobreseimiento. Monserrat Comas considera que hay que eliminar esa dispensa. "Hay que dar todo el asesoramiento y ayuda antes de la denuncia; las mujeres tienen que saber que se las apoyará para encontrar trabajo y acogida. Y luego, después de todo eso, hay que ser coherente". El problema es el de siempre: un asesoramiento jurídico más completo requiere personal y medios.


A pesar de los continuos reveses de confianza, nadie niega que la llave del problema está en la sensibilización. En la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, el 2,5% de los ciudadanos considera la violencia contra la mujer el principal problema del país; en 2004, esta proporción era del 6,4% tras el gran debate social por la ley, y, en consecuencia, la cantidad de crímenes descendió. La tendencia actual preocupa. ¿Dónde están todas esas llamadas a convertir la educación en el arma más efectiva contra los maltratadores? Abundan las indecisiones en la política de divulgación, los mensajes no llegan claros. Desde el Ministerio de Igualdad, se anima a discutir sobre el asunto, pero también avisa a menudo del efecto rebote: no está claro si la información periodística alienta nuevos crímenes. Es materia de discusión si los agresores copian procedimientos o se inspiran en la acción de otros asesinos por los que sienten solidaridad. La acumulación de casos durante estas navidades alimenta esa teoría. ¿Este reportaje está animando a alguien a matar a su pareja? La respuesta parece la de siempre: el detonante puede estar en cualquier parte. El problema es que el deterioro de la situación ha llegado a ese punto.


Aunque las llamadas a atajar el problema desde la educación son constantes, por el momento no ha habido grandes intervenciones. Inmaculada Montalbán cree que existen ya algunos mecanismos útiles para convertir la escuela en el motor del cambio, pero no se ha permitido que se desarrollen apropiadamente por cuestiones políticas, como es el caso de la Educación para la Ciudadanía. Monserrat Comas es menos optimista: "No conozco ninguna evaluación seria de las medidas educativas para la igualdad", se lamenta. Una investigación publicada el pasado 17 de noviembre por la Facultad de Sociología de la Universidad del País Vasco demostraba que los jóvenes de entre 15 y 20 años conciben el maltrato como una acción que admite diferentes niveles de intensidad y, por tanto, de tolerancia. En ese contexto, sorprende menos que siete de los asesinatos del año 2008 fueran cometidos por hombres menores de 31 años, teóricamente más concienciados.


La permanencia del problema obliga a plantearse si existe una cifra estructural de asesinatos machistas de la que es imposible bajar. La siguiente pregunta es si, de existir ésta, España se está aproximando. ¿Setenta y tres mujeres es lo mejor a lo que se puede aspirar?


Para responder a la primera cuestión, se puede revisar el Segundo informe internacional de violencia contra la mujer del Centro Reina Sofía. El trabajo, con datos de 2003, sitúa a España porcentualmente a la cola de los países europeos en número de asesinadas por violencia de género, por debajo de países de la primera división social, como Reino Unido, Dinamarca, Finlandia o Suiza.


El problema es que los datos no son en absoluto completos. Sólo 23 países registran y hacen públicas informaciones sobre muertes de mujeres a manos de su pareja o ex pareja. Estados Unidos, Francia, Italia, Irlanda y Grecia no participan en el estudio porque no miden estos asesinatos como una tipología delictiva específica, sino como simples homicidios. El caso de España es particular: se viven como un problema cultural, en buena parte como resultado de una muerte traumática, la de Ana Orantes, una granadina a la que en 1997, tras haber denunciado por televisión a su marido, éste ató a un radiador y quemó viva con gasolina.


La preocupación por el tema, que ha llevado a computar los casos de violencia machista como la primera causa de muerte dolosa violenta, ha convertido a España en una referencia judicial en el mundo. Se ha sacado el problema del ámbito privado y trasladado al público como problema de derechos humanos. Las autoridades no se cansan de repetirlo. El lado oscuro de esa actitud es que ha creado una sensación de depresión y culpa generalizada. "Quizá las expectativas que se dieron en un primer momento fueron irreales; se pudo crear la impresión de que los frutos serían inmediatos. La ley es un buen instrumento, pero se necesita voluntad política para extenderla a otros ámbitos además del judicial, y tres años y medio después no se han desplegado esos medios", explica Comas.


Tal como lo explica Echeburua, la violencia es una constante en la historia. "Por supuesto que hay factores sobre los que podemos y debemos incidir, pero al final las posibilidades de pasar del amor al odio son ilimitadas e incontrolables". La sociedad tendrá que asumir que seguirán muriendo mujeres, pero no desde la resignación. El número de asesinatos probablemente nunca llegará a cero, pero el primer objetivo es llegar a la tolerancia cero para que los maltratadores sepan que no se les va a aplaudir, que su crimen no quedará impune.


Y luego están las biografías trágicas. Joan Navarro considera que existe un problema de valores sociales, pero cree que a medio camino entre los gravámenes culturales y las dificultades individuales para gestionar la ira, discurren los miles de casos de maltratados en su infancia que serán siempre una fuente de conflictos. Gente que ha aprendido a razonar a golpes y para la que no es fácil cambiar.


Invertir la dirección en la que han girado los engranajes de la historia es complicado. Arrostrar la capacidad humana de ser infeliz y de hacer infelices a los otros es extenuante. Las dificultades a las que se enfrenta la sociedad para conseguir que mujeres como Rosana, Virma y Sylvina dejen de sufrir y morir son colosales. Eso no es, sin embargo, una razón que pueda explicar por qué víctimas que debían tener protección del Estado son acuchilladas en sus casas; tampoco una excusa para que nadie haga oídos sordos cuando escucha golpes y gritos en el apartamento de al lado. Setenta y tres mujeres asesinadas son muchas. -

jueves, 1 de enero de 2009

Reset: Cero muertas

Como todos los primeros de enero, borramos los datos anteriores, ponemos el marcador a cero y comenzamos de nuevo la cuenta hacia adelante.

Hoy es el día en que, con suerte, podremos decir que hay cero muertas por violencia de género. Aguantemos la respiración, crucemos lo dedos: Mañana tendremos una, dos, tres… Para junio, ya rondarán las cincuenta. Luego…

Desaparecen los dígitos. Pero las 77 muertas del año 2008 muertas y bien muertas quedan. Igual que las 74 de 2007, que las centenares y centenares que murieron los años anteriores, las miles que murieron en el mundo.

Todas me duelen. Pero hay una que no se me borra de la memoria: María San Cipriano Herrero, Sanci, la chiquita de dieciocho años matada en Salamanca por un joven que decía amarla, y cuya carita aún infantil vi un día en la primera plana de los periódicos locales.

Parad a los asesinos. No les dejéis matar, por favor. No os dejéis matar. No les toleréis. No les perdonéis. Exigid el castigo que merecen.

No hay atenuantes. Matar no debe salir barato. No vale lo de que no recuerdan nada, lo de que eran personas estupendas hasta que mataron, lo de que algo extraño debió de suceder para que lo hicieran.

No. Mataron porque se creyeron en el derecho de matar, porque creyeron que ante su voluntad la de la mujer no valía nada, porque no fueron capaces de soportar que ella hubiera dejado de amarles o simplemente porque la odiaban y despreciaban. Mataron, muchas veces, valiéndose de la prevalencia que por el afecto, la intimidad o la necesidad , tenían sobre las asesinadas.

¡ASESINOS!